Un olivo centenario,
orgulloso de su porte,
se reía, se mofaba
de los árboles del bosque.
El bosque triste se puso,
y los árboles lloraban,
porque el olivo orgulloso,
a todos los despreciaba.
Los pájaros que anidaban,
en ese bosque que amaban,
con sus cantos y sus trinos
al triste bosque animaban.
Yo no me río de nadie,
y menos del bosque amigo.
En él tengo mis hermanos,
aunque yo sea un olivo.
Alegre se puso el bosque,
al conocer que el olivo,
se hermanaba con él,
tan orgulloso y altivo.
El bosque, es tan necesario,
como necesario el olivo.
En este mundo cruel.
¡Ay del que no tiene amigos!
A.R.M.,
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