La dulce brisa del mar,
trae en silencio las olas,
plateados pececillos
y las blancas caracolas.
La tarde apacible, tranquila,
se transforma, se violenta
y enseña su horrible cara,
en la orilla, en la ribera.
El trueno sordo en el mar,
como un eco ya resuena,
y en los negros nubarrones,
un gran rayo serpentea.
Un bajel de velas blancas,
entre aguas turbulentas,
como un centauro cabalga,
para huir de la galerna.
El viento sopla con fuerza,
y como dardos la arena,
brillando como cristales
se unen a la tormenta.
Neptuno aplaca su ira.
Eolo mitiga su fuerza,
y del mar las olas vuelven,
suaves, tranquilas, serenas.
A.R.M.
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