¡Quién no ha vivido una tarde!
la tarde de otoño pleno,
en el silencio amoroso
sólo buscando ese beso.
Tras el fondo de la tarde,
las acacias, los jilgueros
y allá a lo lejos vislumbro,
se marca el azul del cielo.
Abrazados sólo en uno,
entre jaras y romero,
las serranas florecillas,
de testigo sólo el viento.
El tiempo se nos pasó
a nuestro amor veinteañero,
entre mimos y caricias,
entre susurros y besos.
Acunada entre mis brazos
estaba cerca del cielo,
y una florecilla azul
adornó su negro pelo.
Cierro los ojos y veo,
ya muy lejos en el tiempo,
el cielo azul y la tarde;
la tarde de otoño pleno.
A.R.M.
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