Por estrecho sendero
me eché a caminar,
sin saber donde estaba
el verde olivar.
La senda polvorienta,
el Sol que quema
y nada me cubre
mi vieja cabeza.
Verdes arbolillos,
el trigo verde,
y una niña bonita
su lana teje.
Rojas amapolas
que el viento mece,
y en el inquieto riachuelo
juegan los peces.
Campos de Jaén,
olivos verdes,
en los brazos de mi niña
mi amor se duerme
La tarde se apaga,
la Luna aparece
y el jiennense olivar
tranquilo se duerme.
Tierras andaluzas,
la bota, la espuela.
Os siento en el alma,
¡o habitáis en ella?
A.R.M.
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