lunes, 31 de agosto de 2015

Penas de olivo.

   Amarrado al duro suelo,
un olivo centenario,
lloraba su desconsuelo
su cautiverio diario.
   Se quejaba amargamente
al labrador que labraba,
con el sudor de su frente
la seca tierra regaba.
   Han pasado muchos años,
y las gentes que yo amaba,
de sus tierras los echaron,
de las tierras que cuidaban.
   Amo el frío del invierno,
cuando el fruto ha madurado,
y todos los años florezco
con el calor del verano.
   Me apena la soledad,
tengo hermanos en el campo,
pero lejos, en la campiña,
todo es triste y solitario.
   Así respondió el labriego,
secando su amargo llanto,
no te aflijas, yo te cuido,
lo mismo que a tus hermanos.
   El avecilla que anida,
allí en su tronco sagrado,
le promete como un hada,
que siempre estará a su lado.
                                                                                                      A.R.M.

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