jueves, 28 de julio de 2016

Callejuela.

   En la estrecha callejuela,
tiene la niña una reja.
Una reja que de amores,
la niña suspiros deja.
   Arde su pecho en la noche,
por deseos que no cesan,
y en la penumbra cercana,
negros ojos la cortejan.
   Como la Luna en la noche,
toda enmarcada de estrellas,
luce la moza su manto,
y sus aires de doncella.
   Secretos el viento acoge,
y en volandas se los lleva.
Se nublan los negros ojos,
en la estrecha callejuela.
   Suspira el mozo en la sombra,
y de amores él se queja.
No olvides niña que yo,
de amores sufro en tu reja.
   Por un amor escondido,
hay cien amores que velan.
Esperan que el viento traiga,
secretos que amores dejan.
   Sueña el galán en la calle,
en la estrecha callejuela,
en ese amor imposible,
de la niña tras la reja.
   Como la llama que quema,
que asola, que nada deja,
siente en su pecho un desgarro,
del negado amor se queja.

                                                                                    A.R.M.
 

lunes, 18 de julio de 2016

En recuerdo del viajero.


 La lluvia caía con lento compás,
sonaba el reloj, el cuco cantaba,
tras los cristales, la vieja ventana,
estaba la mesa desvencijada.
Rompía el silencio en la vieja casa,
crujido de tablas, viejas, cansadas.
   Qué triste la tarde en la vieja casa,
desconchados techos con telarañas.
La rota silla, en la esquina descansa,
y el mudo silencio a la paz engaña.
Triste la vida si no tienes casa,
si tú de la vida no esperas nada.
   He visto silencios, tristeza de almas
sinuosos caminos sin esperanza,
y la paz no llega, la noche avanza.
Veo al caminante salir de casa,
nubes muy negras, allá en lontananza,
y entre las peñas el viajero avanza.
   No tiene miedo, ya no tiene nada,
tristes recuerdos de la vieja casa,
la España de antaño, la rancia España,
amores perdidos empañan su alma.
Vivencias, recuerdos sobre la espalda,
y ya moribundo cruza la "raya".
   Del viajero, el sendero no es eterno,
ni tampoco su azaroso camino.
En su alma, sólo recuerdos, tristeza,
de un gran amor, de amoríos perdidos.
Sueña con esa sevillana casa,
y el dejado jardín desatendido.
   Árboles verdes, de espinas caminos,
desea la muerte en su amarga vida,
no escucha su alma semidormida.
Trechos cruzados, esquivos destinos,
nos deja el poeta en años vividos,
y tras de la "raya" encuentra su sino.
   Al otro lado de su ingrata patria,
cuando el terrible camino acortaba,
la tierra de un pequeño cementerio,
allí, debajo de una losa blanca,
en amargas soledades del tiempo,
permanezca "a jamais" en su tumba blanca.

                                                                                                             A.R.M.
 
 

martes, 12 de julio de 2016

Romance del walí almohade Abú Akil.

   Un sollozo contenido,
brota del pecho de Akil,
y con mano temblorosa,
traza recuerdos sin fin.
   Una nieblina en sus ojos,
en él denota un sufrir.
Un extraño sentimiento,
que no puede compartir.
   Una pregunta le hace,
a su pluma de marfil,
¡por qué tan cruel destino,
me ha correspondido a mi?
   Recuerda sus correrías
de niño por el jardín.
Las risas de las princesas.
Era en su mundo feliz.
   Fui educado por sabios,
entre mil velos crecí,
y en la ciudad bien amada,
yo fui nombrado walí.
   Fui justo en mis decisiones,
al Corán obedecí.
Goberné con sabio tacto,
y a las gentes comprendí.
   La ciudad que yo gobierno,
tiene riquezas sin fin.
Canta el agua cuando riega,
las huertas que tiene mil.
   Olivos cual centinelas,
tras las murallas cien mil,
siembran de plata sus tierras,
oro rezuman sin fin.
   Gigantes desafiantes,
torres con grandes murallas,
que defiendes la ciudad,
se yerguen aquí y allá.
   Viven las tres religiones,
gozan de gran bienestar,
los judíos y cristianos,
musulmanes y demás.
   Llora Akil en la penumbra,
el Sol se ha marchado ya,
solo. en la noche tranquila,
acercado se ha al ventanal.
   Con una triste sonrisa,
se dirige a las estrellas,
con amargura profunda,
con una infinita pena.
   Ha consultado a los sabios,
los adivinos desvelan,
que una terrible desgracia,
acecha desde Baeza.
   Ha caído la ciudad,
se ha rendido a los cristianos,
muchas gentes han huido,
y a Ubbada se han marchado.
   Ante la terrible nueva,
del rudo avance cristiano,
Akil desde las almenas,
ve el campamento cercano.
   Tiene tres mil cimitarras,
y casi tres mil lanceros.
Imponentes sus murallas,
para defender al pueblo.
   El cristiano rey Fernando,
envía sus emisarios.
Llevan preciosa armadura,
y aportan negros presagios.
   Que se rinda la ciudad,
y con ella sus soldados,
sus riquezas y arsenales,
todos serán confiscados.
   Dicen que soy extranjero,
que he usurpado sus campos,
las tierras de sus mayores,
las tierras de los cristianos.
   Akil responde sereno,
a los altivos cristianos,
decidme señores míos,
¿quién ha labrado sus campos?
 ¿Quién gobernó con prudencia,
y los trató como hermanos,
respetó sus religiones,
y fui por ellos amado?
   Me tenéis por extranjero,
porque yo no soy cristiano,
pero también tengo un dios,
lo mismo que tú cristiano.
   ¿Acaso nativos sois,
o visigodos venidos,
o herederos de romanos,
en este solar nacidos?
   No juzguéis por extranjeros,
en este crisol hispano,
cuna de razas mezcladas,
que tiempos ha se asentaron.
   Al rey Fernando decidle,
que yo también he nacido,
en este solar de ensueño,
de Allah terreno bendito.
   Antepasados,los tengo,
en este solar hispano,
ochocientos años ha,
que aquí ellos se asentaron
   Callan los tres caballeros,
y no saben qué decir.
Mudos se quedan de asombro,
con las respuestas de Akil.
   Un documento le entregan,
con reales condiciones.
Se ha de rendir la ciudad,
con todos sus moradores.
   Asediarán la ciudad,
no llegarán provisiones,
morirán sus ciudadanos,
con mil hambrunas y horrores.
   Llama Akil a su consejo,
 expone las condiciones,
y el plazo que el rey Fernando,
respeta sus condiciones.
   No quiere rendirse Akil,
y no pierde la esperanza,
de que tropas nazaríes,
la socorran y no caiga.
   De la cercana Baeza,
ya bastión de los cristianos,
llamas de horror se divisan,
ya le han quemado sus campos.
   Suenan tambores de guerra,
Ubbada queda cercada,
si los socorros no llegan,
tendrá que rendir la plaza.
   Escasea la comida,
sedientos los ciudadanos,
gritos de horror en las calles,
gran temor a los cristianos.
   Una bandera en la torre,
la más alta del palacio,
pide tregua al otro bando,
y salen los emisarios.
   En la tomada Baeza,
los recibe el rey Fernando,
y con solemnes palabras,
corto plazo les ha dado.
   No destruiré sus murallas,
ni cernaré sus cabezas,
si con dignidad y honor,
entregas la fortaleza.
No asolaré la ciudad,
respeto a los ciudadanos,
respeto a su religión,
si se rinden de inmediato.
   Escucha Akil en silencio,
no quiere muertos hermanos,
y quiere que siga en pie,
la ciudad que tanto ha amado.
   De negro velo tristeza,
se le han velado los ojos,
y con dolor muy profundo,
firma caído de hinojos.
   A caballo y en silencio,
cruza la sierra cercana,
Úbeda se queda atrás,
la ciudad tan bien amada.
   Marcha al frente de unos pocos,
montando negro caballo,
y a los designios de Allah,
Akil se ha encomendado.
   No sabe lo que le espera,
un sollozo se le escapa,
pero con mirada altiva,
se encamina hacia Granada.
                                                                                          A.R.M.



domingo, 3 de julio de 2016

La Europa soñada.

   He salido de paseo,
con deseos de soñar.
El sueño te lleva lejos,
y es difícil regresar.
   He traspasado fronteras,
y he llegado a caminar,
buscando paz y sosiego,
y no lo pude encontrar.
   Crucé el mar con la esperanza,
tierra de asilo encontrar.
Salí de la guerra huyendo,
dejando mi Tierra atrás.
   Cierra sus puertas Europa,
y ya no me deja entrar.
Gritos de angustia se escuchan,
mientras mueren en el mar.
   La Europa de mercaderes,
de las riquezas, del oro,
la que el asilo promete,
y luego lo olvida todo.
   La que calla su conciencia,
dinero dándole a otro,
son unos euros manchados,
con la miseria del otro.
   Con el hambre en sus semblantes,
llegan cordones humanos,
entre agua, frío y cieno,
su alma rota, caminando.
   Una ilusión les movía,
y la libertad soñada.
Sola se queda su vida,
entre perros y alambradas.

                                                                                             A.R.M.

Bella vejez.

   Ayer la vi por la calle,
era bella la ancianita.
Pelo blanco recogido,
en moño con redecilla.
   Caminaba lentamente,
muy lentamente, sin prisa.
En su azulada mirada,
sopla la marina brisa.
   Su cara como la seda,
aunque las tenues arrugas,
su amable rostro surcaban,
su gran belleza marchita
   Viste de negro la dama,
y una velada sonrisa,
desvela que tiene pena,
en su dulzura infinita.
   La edad maldito testigo,
la dejó sola en la vida.
Recorre triste el camino,
en la sociedad, perdida.
   No pide auxilio la dama,
sola recorre la vida,
y una lágrima traidora,
por su rostro se desliza.


                                                                                                    A.R.M.