lunes, 18 de julio de 2016

En recuerdo del viajero.


 La lluvia caía con lento compás,
sonaba el reloj, el cuco cantaba,
tras los cristales, la vieja ventana,
estaba la mesa desvencijada.
Rompía el silencio en la vieja casa,
crujido de tablas, viejas, cansadas.
   Qué triste la tarde en la vieja casa,
desconchados techos con telarañas.
La rota silla, en la esquina descansa,
y el mudo silencio a la paz engaña.
Triste la vida si no tienes casa,
si tú de la vida no esperas nada.
   He visto silencios, tristeza de almas
sinuosos caminos sin esperanza,
y la paz no llega, la noche avanza.
Veo al caminante salir de casa,
nubes muy negras, allá en lontananza,
y entre las peñas el viajero avanza.
   No tiene miedo, ya no tiene nada,
tristes recuerdos de la vieja casa,
la España de antaño, la rancia España,
amores perdidos empañan su alma.
Vivencias, recuerdos sobre la espalda,
y ya moribundo cruza la "raya".
   Del viajero, el sendero no es eterno,
ni tampoco su azaroso camino.
En su alma, sólo recuerdos, tristeza,
de un gran amor, de amoríos perdidos.
Sueña con esa sevillana casa,
y el dejado jardín desatendido.
   Árboles verdes, de espinas caminos,
desea la muerte en su amarga vida,
no escucha su alma semidormida.
Trechos cruzados, esquivos destinos,
nos deja el poeta en años vividos,
y tras de la "raya" encuentra su sino.
   Al otro lado de su ingrata patria,
cuando el terrible camino acortaba,
la tierra de un pequeño cementerio,
allí, debajo de una losa blanca,
en amargas soledades del tiempo,
permanezca "a jamais" en su tumba blanca.

                                                                                                             A.R.M.
 
 

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