jueves, 30 de noviembre de 2017

El Niño de Belén.

   Hay un lugar en el mundo,
lugar que te vio nacer,
entre el frío del invierno,
ese lugar es Belén.
   En una vieja cabaña,
donde se guarda el ganado,
en un pesebre con paja,
vino El Niño Inmaculado.
   Su Madre sintió dolores,
dolores eran de parto,
y como amorosa Madre,
lo cobijó entre sus brazos.
   Llora El Niño, tiene hambre,
y no tiene qué comer.
Los pastorcillos le llevan,
dulces tortitas de miel.
   Hay un niño pequeñito,
que al Niño le quiere ver,
lleva zambomba en sus brazos,
y se ha sentado ante Él.
   Ya llegan los Reyes Magos,
por una estrella guiados,
y ante el Redentor del Mundo,
de rodillas se han postrado.
   San José junto a la Virgen,
con el Niño entre sus brazos,
rodeados de pastores,
escuchan embelesados.
   Un villancico en la noche,
suena alegre en la cabaña,
y el niño de la zambomba,
al Niño Jesús le canta.
   Ríe el Niño en el pesebre,
cuando escucha el villancico,
y los ángeles a coro,
un gloria a Jesús bendito.


                                                                                                                      A.R.M.

martes, 28 de febrero de 2017

Guadalquivir II.

   He subido a la montaña,
y allí te he visto nacer,
entre peñas y jarales,
te asomaste al mundo ayer.
   Agua fría y cristalina,
tu cauce serrano lleva,
y entre morunos olivos,
bañas toda la sierra.
   La Tierra del Santo Reino,
de ti se siente orgullosa,
y por mirarse en tu espejo,
la Mezquita a ti se asoma.
   Un cante por sevillanas,
la Giralda por ti entona,
y la flamenca guitarra,
en tu orilla suena ronca.
   Hacia la cubana Cádiz,
en Sanlúcar desembocas,
llevando en tus dulces aguas,
amores de boca en boca.
   ¡Ay río Guadalquivir!,
yo te quiero hablar a solas,
confesarte mis pesares,
y que los guarden tus olas.

                                                                                                            A.R.M.                          

jueves, 16 de febrero de 2017

Amistad II.

   Te la dieron al nacer,
te asignaron la familia,
tú no la pudiste elegir,
te la dieron de por vida.
   La vida como problema,
se presenta como enigma,
a veces te sientes solo;
entonces la necesitas.
   He conocido personas
que deambulan sin familia,
no encuentran refugio en ella,
porque le niegan su ayuda.
   Una relación profunda,
existe en la sociedad.
Ésta nadie te la impone;
ella se llama amistad.
   Tú te la encuentras un día
en tu triste caminar.
No te pide nada a cambio,
nada tienes que firmar.
   No es posible en este mundo,
vivir en él sin amistad.
Andas perdido sin ella,
sumido en la soledad.


                                                                                                                    A.R.M.

Recordando.

   Enamorado de ayer,
hoy viejo, trasnochado,
sólo de recuerdos vivo,
de un mejor tiempo pasado.
   Por fantasmas me los tengo,
aquellos álamos altos,
que bordeando el camino,
jamás los conté: eran tantos.
   Como una hilera infinita
que se pierde en lontananza,
mi mente vacía vuela
buscando nueva esperanza.
   En el contar de los años,
mi viejo amigo poeta,
todo tiene su importancia,
ahora que estás de vuelta.
   Vendí al viento mis pesares,
lancé al aire mis poemas,
y a los álamos de antaño,
les conté todas mis penas.
   Escucharon en silencio,
mis viejos verdes amigos,
y un susurro trajo el viento
del más alto de los pinos.
   No preguntes caminante
por tu pasado vivido;
sólo tú eres responsable,
de todo lo acontecido.


                                                                                                                 A.R.M.

miércoles, 8 de febrero de 2017

Rimas en sueños.

       A veces, los sueños se hacen realidad y sin saber cómo te encuentras con el "déjà vu". No sales de tu asombro ante lo que te ocurre; ante la sensación de haber vivido lo soñado. Si poéticamente hablando morir es dormir: si el sueño eterno es consecuencia de la vida, no es de extrañar que este humilde aficionado a la rima, saque a la luz, hable de aquello que en sueños cree haber vivido.
       
       I

   Cuando llega el frío
con el duro invierno,
el suelo nevado,
los   caminos yermos.
   He salido al campo
para oír el viento,
su fuerza al soplar,
su gélido aliento.
   Quedé sorprendido,
un pequeño entierro,
a hombros llevaban,
un ataúd negro.
         II
   Silencio era todo,
el triste cortejo,
y un son de campana,
rompía el silencio.
   Un hombre cavaba
en el duro suelo,
profunda una fosa,
la fosa del muerto.
   Una luz difusa,
y el sepulturero.
Oscura la zanja,
y el féretro negro.
        III
   Se hizo la noche,
y en el cementerio,
entre negras sombras,
hablaba el silencio.
   De blanco los nichos,
y los pinos negros,
se asomó la Luna,
vestida de negro.
   Quedé pensativo,
un triste momento,
¡qué pena la vida!
¡qué triste silencio!.
       IV
   Allí bajo tierra,
quedó solo el muerto.
Con grandes sollozos,
las gentes volvieron.
   Chirriaron las puertas
de oxidado hierro,
y solo en la noche,
quedó el cementerio.
   Quedé meditando
del extraño duelo,
la vida, la muerte,
¡terrible misterio!.
        V
   Un reloj la vida,
la muerte, silencio,
un beso, suspiros,
y el adiós al muerto.
   Poesía es la vida,
eterno es el sueño,
nos vamos un día,
a un destino incierto.
   ¿Existe la vida
más allá del tiempo?
Espero saberlo
cuando ya esté muerto.
       VI
   Allá en la otra vida,
frente al Juez Supremo,
¿qué has hecho me dijo
con austero gesto?
   Me sentí inseguro,
me quedé perplejo,
y entonces yo supe,
que ya estaba muerto.
   Recordé la tierra
y el féretro negro,
y la sorda mueca
del sepulturero.
       VII
   Era un día frío,
grisáceo era el cielo,
caía la lluvia
con un ritmo lento.
   Yo cerré los ojos,
sentado en silencio.
Veía las sombras,
con su baile denso.
   En un rinconcito
de mi estado etéreo,
una lucecita
brillaba por dentro.
       VIII
   Me vi hablando solo,
la vida y el tiempo.
Si todo se acaba,
si el fin era cierto.
   El juez implacable,
y el reloj del tiempo,
rápido corría,
marcaba certero.
   Pasado el otoño,
llegado el invierno,
la noche sombría,
y allá el cementerio.
       IX
   ¿Amé yo en la vida?,
odiado silencio,
y allí bajo tierra,
solo, solo el muerto.
   El juez que temía,
le llevaba dentro.
¿Qué has hecho en la vida?
Respondí con miedo.
   Amor, lo he vivido,
que duele por dentro,
que es todo en la vida,
ahora comprendo.
       X
   Pensé que la vida,
un regalo bello,
es risa, alegría,
vivencias, anhelos.
   Crueles destinos,
tristes cementerios,
y allí descansando,
esperan los muertos.
   Pienso que en la vida,
que no todo es bello,
que sufres, que penas,
que te asola el viento.
       XI
   Lo que has sufrido,
refleja el espejo,
es mudo testigo
de lo que hayas hecho.
   ¡Oh maldita muerte!.
¡Qué destino incierto!.
En sólo un suspiro,
se apaga tu aliento.
   Me han dejado solo,
aquí todo es negro.
No sé dónde estoy,
quizás esté muerto.
       XII
   Miré desde arriba,
la fosa en el suelo,
secos los arbustos
de aquel cementerio.
   Una negra sombra
de un esbelto pino,
en el cementerio,
cruzaba el camino.
   Me froté los ojos,
y miré por dentro,
de la oscura fosa,
del terreno yermo.
       XIII
   Desde la distancia,
miré el cementerio,
y allí bajo tierra,
¡no estaba mi cuerpo!
   Pregunté a los pinos,
y a los otros muertos.
No me respondieron,
todo era silencio.
   Me toqué la cara,
me mesé el cabello,
y con un suspiro,
desperté del sueño.
       XIV
   A veces la vida,
pasa como un sueño.
Oscura la noche,
y todo muy negro.
   Ese Campo Santo,
aún lo recuerdo,
con sus nichos blancos,
y sus pinos negros.
   Y en la negra fosa,
del yermo terreno,
espera la tierra,
espera el silencio.
                                                                                                                      A.R.M.

       



jueves, 2 de febrero de 2017

El gran salto.

   Domingo 29 de enero. Casi las dos de la tarde. Suena el teléfono y veo que es mi buen amigo Paco Bordés. Intuyo por el tono de su voz algo tristona y no común cuando hablamos que algo ha ocurrido, un golpe más en la escala de supervivientes; es decir de los que quedamos de aquella época gloriosa. Con quejumbrosa voz me dice: - ha muerto Godoy -. En mi mente actúa mi memoria fotográfica y lo veo, lo veo sentado en su mesa-pupitre, a mi derecha en la fila paralela a la mía con su sonrisa y su lunar en el labio superior, sonrisa que ni la enfermedad consiguió borrar la última vez que nos vimos en Úbeda.
   Excelente compañero y mejor amigo, siempre dispuesto en su calidad de externo para favorecer y aportar del exterior aquello que no podíamos comprar los internos. Recuerdo que yo fumaba "Bisonte" y él era el encargado de traérmelo junto con la colonia que como joven pimpollo solía ponerme los sábados y domingos.
   Hemos perdido a Godoy, se va otro de los nuestros y sentimos un vacío no exento de temor porque el reloj del tiempo con sus implacables manecillas nos empuja, nos lleva al límite para que demos el gran salto; el gran viaje que nos lleve a las eternas praderas en las que el Sumo Hacedor tenga a bien en su infinita misericordia situarnos.
   Queridos compañeros; la muerte no es el final, no es "le néant" sino el comienzo, la certeza de que con su macabra pero necesaria presencia nos abre a la vida.
   En nombre de todos ¡ hasta pronto Diego !.


                                                                                                                A.R.M.