jueves, 2 de febrero de 2017

El gran salto.

   Domingo 29 de enero. Casi las dos de la tarde. Suena el teléfono y veo que es mi buen amigo Paco Bordés. Intuyo por el tono de su voz algo tristona y no común cuando hablamos que algo ha ocurrido, un golpe más en la escala de supervivientes; es decir de los que quedamos de aquella época gloriosa. Con quejumbrosa voz me dice: - ha muerto Godoy -. En mi mente actúa mi memoria fotográfica y lo veo, lo veo sentado en su mesa-pupitre, a mi derecha en la fila paralela a la mía con su sonrisa y su lunar en el labio superior, sonrisa que ni la enfermedad consiguió borrar la última vez que nos vimos en Úbeda.
   Excelente compañero y mejor amigo, siempre dispuesto en su calidad de externo para favorecer y aportar del exterior aquello que no podíamos comprar los internos. Recuerdo que yo fumaba "Bisonte" y él era el encargado de traérmelo junto con la colonia que como joven pimpollo solía ponerme los sábados y domingos.
   Hemos perdido a Godoy, se va otro de los nuestros y sentimos un vacío no exento de temor porque el reloj del tiempo con sus implacables manecillas nos empuja, nos lleva al límite para que demos el gran salto; el gran viaje que nos lleve a las eternas praderas en las que el Sumo Hacedor tenga a bien en su infinita misericordia situarnos.
   Queridos compañeros; la muerte no es el final, no es "le néant" sino el comienzo, la certeza de que con su macabra pero necesaria presencia nos abre a la vida.
   En nombre de todos ¡ hasta pronto Diego !.


                                                                                                                A.R.M.

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