martes, 23 de febrero de 2016

Una leyenda.

   En 1519, después de un largo período de terribles presagios que según su cultura y creencias anunciaban y que serían funestas para el pueblo azteca, el emperador Moctezuma tuvo conocimiento de la llegada a sus tierras de unos extranjeros barbudos de piel blanca y relucientes vestimentas: eran los españoles capitaneados por Hernán Cortés. Moctezuma creyó que se cumplía una antigua profecía:el retorno del Dios Barbudo, la Serpiente Emplumada. Una de las representaciones del dios,es la de un hombre barbudo y blanco, por lo que Moctezuma creyó que Cortés era el dios Quetzacóalt. Parece ser que el emperador mandó buscar por todo el imperio, adivinos que le pudieran aconsejar. Como ninguno pudo contentarle y aclarar sus temores, mandó exterminarlos a todos. De lo que sí tuvo conocimiento es que los enviados buscaban una medicina que necesitaban para curar su enfermedad: el oro.
   Casi todos los vestigios de la cultura y religión o creencias aztecas, fueron destruidas por la iglesia española, al considerarlas como cultos y objetos infernales. Hasta aquí, un somero relato de la llegada de Cortés  Méjico. Y sin embargo.
   Por suerte, hace muchos años en la biblioteca del sacerdote de un pequeño pueblo alemán de la "Selva Negra" cuyos antepasados habían vivido durante varias generaciones en Méjico, cayó en mis manos un libro muy antiguo sobre leyendas aztecas en las que el principal argumento era la conquista y caída del imperio azteca. Pero sobre todo, basado en los secretos sagrados aztecas y que sólo conocían los sacerdotes como legado de los dioses.
   En este libro, y en una de las leyendas, se cuenta que el emperador Moctezuma conoció por boca de Cortés que él era el envíado de su señor, el emperador y rey más grande de la Tierra. Moctezuma consideró que para congraciarse con tan gran señor, el dios, era necesario ofrecerle un regalo digno de él. Consultó a los sacerdotes y estos estuvieron de acuerdo en la ofrenda del presente. Moctezuma,pidió a Cortés que le diera las medidas y el peso del gran rey. Con estas medidas y por medio de los sacerdotes que conocían los secretos de la alquimia, confeccionaron una especie de"sol o pan de oro" con desconocidos materiales y unos cálculos contenidos en la Pirámide del Sol. Este sol o pan de oro iba acompañado de una barrita cilíndrica de jade y otros materiales y de otra de la misma medida, al perecer de obsidiana. Lo cierto y según la leyenda, es que cuando las barritas golpeaban el disco solar se producía un sonido vibrante, de baja frecuencia que hacía que las personas a las que iba destinado se levantaban del suelo, gravitaban. No dice la leyenda si el emperador Carlos, supo de tan increíble regalo ya que los sacerdotes españoles destruyeron tal regalo al que consideraron infernal y demoniaco. Fue destruido, roto y quemado en la hoguera. Cuenta la leyenda que al romperlo, el sonido de los trozos rotos retumbaban de templo en templo como un lamento del dios azteca. El presente, llenó de terror a los sacerdotes españoles. La Santa Inquisición, destruyó las culturas de los pueblos mesoamericanos a los que obligó a convertirse y a adjurar de su religión y de sus creencias.
   Pienso en otras culturas milenarias y en sus monumentos, en su grandiosidad, en las imponentes pirámides egipcias, Keops, Kefrén, etc. Puede que el "sol de oro" regalado al emperador Carlos no fuera una espeluznante brujería sino una "imposible realidad", y que los bloques de piedra, enormes, de varias toneladas, hubieran sido ensamblados al milímetro, de una forma dificil, si no imposible de comprender por nuestra sofisticada ciencia y tecnología del siglo XXI.
   Dejo volar la imaginación y veo gravitar y desplazarse los enormes bloques de piedra de las pirámides de unas y otras culturas que se acoplan con una increíble técnica, al milímetro, y no puedo hacer otra cosa que maravillarme ante los secretos de su construcción. Vuelvo a imaginar cómo lo hicieron y vuelo con ellos intentando comprender el legado que nos dejaron a nosotros, las civilizaciones futuras.
   Este pequeño relato compuesto de realidades históricas y otra de pura ciencia-ficción, deja a la imaginación volar más allá de lo imaginable.
   No tengo más remedio que terminar con la clásica pregunta al posible lector:¿ pudo, o no pudo suceder?.

                                                                                                                A.R.M.

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