martes, 30 de septiembre de 2014

Exilio.

   En la tenebrosa noche
y de piedras un sendero,
un hombre camina solo,
una capa y un sombrero.

   La luz del rayo ilumina,
su rostro desencajado,
el frío dentro del cuerpo,
los pies, heridos, mojados.

   Anda buscando un cobijo,
en la soledad del campo.
Gime, suplica en la noche
lleva recuerdos amargos.

   En una rústica choza,
cae su cuerpo encorvado
y con manos temblorosas,
seca su pelo mojado.

   Un descanso necesita,
le espera un camino largo,
es un camino de espinas,
buscando el destierro amargo.

   Los recuerdos de su infancia,
de su sevillano patio.
De los prados de Castilla
y de Baeza los campos.

   Este hombre no comprende,
por qué el injusto destierro.
Por qué tiene que marcharse,
de su patria; de su techo.

   Más allá de la frontera,
le espera el triste destierro.
Le espera una extraña tierra,
le espera el descanso eterno.

   Su vida, fue la enseñanza;
su amor, un sufrimiento.
Su refugio la poesía,
fiel retrato de su tiempo.
                                                                                        A.R.M.

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