jueves, 11 de septiembre de 2014

Rifeña.

   Su belleza angelical,
yo la imaginé perfecta,
en su boca rojas prendas,
y ojos verdes que penan.
   Morita nacida allá,
en las montañas rifeñas,
un cuerpo de junco verde,
su piel, arena morena.
   Como gacela asustada,
vagaba, perdida ella.
Le pregunté qué tenía,
al verla llorar con pena.
   Con sus ojos me miró,
y sus blancos dientes perlas,
sonriendo se mostraron,
para darme su respuesta.
   Soñando con otra vida,
me embarqué en una patera,
que me trajo a esta orilla,
huyendo de la tragedia.
   La patria que dejo lejos,
se consume en la pobreza,
me entristece el corazón,
al recordarme mi tierra.
   Esta tierra que ahora pisas,
siempre fue de asilo tierra,
de las gentes que emigraron,
dejando atrás la miseria.


                                                                                           A.R.M.

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