jueves, 22 de enero de 2015

El pastorcillo y la Luna.

    Caminaba un Sol radiante,
hacia su ocaso en el río,
una nube juguetona
se le cruza en el camino.
    La Luna impaciente espera
para bañarse en el río,
y en la luminosa noche
entra desnuda en el río.
    Un pastorcillo descansa
en la ribera del río,
y al ver la Luna bañarse,
se cobija entre los juncos.
    La visión, esa belleza
de la Luna allí en el río,
de sus pechos nacarados,
de su cuerpo sumergido.
    Al darse cuenta la Luna,
del joven del pastorcillo,
sabedora de su encanto,
al zagal le hace un guiño.
    El pastor enamorado,
por la Luna, su desnudo,
en las noches estrelladas
se ve con ella en el río.
    Una pasión, una llama,
le abrasa, nubla el sentido,
se pregunta ¿qué me pasa?
¿qué me ocurre que no vivo?
    He soñado con la Luna,
con su desnudo en el río,
con esa llama que abrasa
hasta perder el sentido.
    Se me denegó el amor,
no vi la Luna en el río,
y su belleza de nácar
quedó triste en el olvido.
    Te cobijas en la vida
como el joven pastorcillo,
esperando que el amor
se te cruce en tu camino.
    ¿Me pregunto qué es amor?
¿Es amor lo que he vivido?
Ese embrujo que te abrasa
que da a tu vida sentido.
    En mi vida se ha cruzado,
esa Luna, la del río,
y su amor anacarado,
juntos hicimos camino.
    Conocí joven la ilusión
y el amor correspondido,
la llama de la pasión
que jamás yo la he perdido.
    Embrujo de amor la Luna,
embrujo de amor vivirlo,
sin la ilusión amorosa,
¡no tiene sentido el mundo!
                                                                                A.R.M.

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