lunes, 30 de mayo de 2016

Embrujo serrano.

    La conocí por la noche,
a la luz de las estrellas,
la enlacé por la cintura,
al caminar por la senda.
   Se estremeció su cintura,
temblorosa cual gacela,
mi mano se deslizó,
por una húmeda pradera.
   En silencio, mil caricias,
ahogué los gemidos de ella,
y allí, en la yerba del río,
yo me acosté junto a ella.
   Sus bellas piernas cubría,
una corta falda negra,
y sus pechos traslucía,
bonita blusa de seda.
   Un delicioso perfume,
la envolvía a toda ella,
y como mozo serrano,
yo la amé junto a la cerca.
   Sus pechos como alabastro,
con el frío de la sierra,
enhiestos como picachos,
sus cimas de negras perlas.
   Su vientre de terciopelo,
con caracoles de seda,
como dunas del desierto,
onduladas y sedientas.
   Nos amamos locamente,
en noche de primavera,
y la luna fue testigo,
de lo que allí aconteciera.

                                                                                                            A.R.M.




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