domingo, 15 de marzo de 2015

El sainete español o el esperpento.

   Leyendo periódicos, revistas, viendo y escuchando atentamente las tertulias televisivas en las que sesudos contertulios llevan el cuchillo entre los dientes y la navaja de treinta y seis muelles escondida entre le cinturón y los pantalones, dispuestos a sacarla para destripar al contrario en el caso de que falle lo del cuchillo, he llegado a la conclusión de que estamos viviendo y al mismo tiempo sufriendo un perfecto sainete en el que no faltan ninguno de los elementos típicos que lo configuran. Nos encontramos con los ladrones, pillos o listillos que dan mucho juego, el ambiente popular, el pueblo y el tonto de turno con su corte de aduladores que aprovechan su idiotez para medrar.
   Nuestro sainete, tiene su epicentro en Madrid, pero sin olvidar las ramificaciones periféricas que lo convierten en nacional. Sus personajes tienen un tinte alarmante. Intervienen, ciegos, familiares, la prima, la Gürtel con su padrino y sus lacayos, los sobres fantasmas, misivas sin explicar, las fallas con su castizo "caloret", intrigas con dinero, banqueros, estafas, robos, el "clan Pujol", robos nacionalistas, la nobleza, los ERES y la víctima propiciatoria: el pueblo.
   En este sin fin de dimes y diretes, de Celestinas, de chanchullos, de contar mentiras y del sempiterno "y tú más", el pueblo, el sufrido pueblo, hastiado, confuso, engañado; le da lo mismo por dónde salga el sol. Al final, y sin saber ni cómo ni porqué, termina aplaudiendo muerto de risa ante la actuación de los personajes de tan insigne sainete. Nos felicitamos y al grito de ¡somos únicos!, termina la representación ante el jolgorio popular y ¡tutti felici!.
   Preguntó un corresponsal de prensa extranjero que asistía atónito a la representación, a varios actores, entre ellos al pueblo, estos respondieron: ¡es que nosotros somos diferentes!. A lo que el corresponsal respondió: "¡yes, Spain is different!".
   Y como buenos ibéricos injertados con un toque latino, aceptamos el "pan y circo" y como en el sainete nos reímos de nuestras desvergüenzas y como la risa es "remedio infalibles" nos carcajeamos del putrefacto hedor que desprende el "Templo de la Representación Popular" y llevamos nuestro pesimismo a la espalda sin inmutarnos. En el ambiente popular se respira un cierto masoquismo pero claro ¡"es que somos diferentes!".
   Hemos pasado por Europa; de hecho estamos en ella. Pero lo triste, lo incomprensible, lo terriblemente dramático, es que Europa no ha pasado por nosotros. Y como en la decadencia del Imperio, nos llenamos las solapas y el pecho con migajas de pan para indicarle, para que vea el vecino que hemos comido.
   Por respeto al pueblo y sin ànimo de satirizarlo, lo considero como de sainete. Pero la actuación de aquellos que ostentan el poder por mandato del pueblo, la considero de esperpéntica. Por todo ello, nos siguen viendo como la España de la pandereta, del sainete y del esperpento.
   El vasallaje, aquello del "derecho de pernada" desapareció gracias al pueblo. Pero de nuevo corremos el riesgo de que "aunque nos den, pidamos perdón por no dar la cara".

                                                                                                    A.R.M.

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