lunes, 1 de diciembre de 2014

A Miguel Hernández

   Un hombre trabaja solo
con su azada la tierra.
La espalda rota, encorvada,
remueve la tierra seca.
   Trabaja de sol a sol,
por un jornal de miseria.
No sabe hacer otra cosa
él sólo labra la tierra.
   La piel morena, quemada
por el sol que a él le ciega.
Las manos encallecidas
pero intacta su fiereza.
   La tierra estima el trabajo,
con sus mieses recompensa,
rindiéndole al campesino
una abundante cosecha.
   Patronos, terratenientes
propietarios de la tierra,
pagad un salario justo
y no un jornal de miseria.
   El hombre al que contratáis
para labrar vuestra tierra,
esclavo vuestro no será
ni humillaréis su fiereza.

                                                                                                        A.R.M.

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