lunes, 2 de febrero de 2015

Duro trabajo.

    Si yo muero, que me muera
con la cabeza muy alta,
de haber vivido la vida,
la alegría, la esperanza.
    De haber vivido en el campo,
de disfrutar la labranza,
de tener bueyes caballos
que descansan en la cuadra.
    De trabajar cara al viento
y de sufrir las heladas,
del frío del crudo invierno
y de la nieve tan blanca.
    Viejas arrugas en la piel
y las manos encalladas,
de trabajar en el campo,
duras, duras las jornadas.
   No me cansé del trabajo,
de los arados, del campo,
ni de fríos ni nevadas,
ni de las noches pasadas.
    Ayer, en el campo araba,
los surcos rectos trazaba.
Quizá pueda descansar
cuando esté en el Más Allá.
                                                                                                A.R.M.

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