domingo, 15 de febrero de 2015

Una historia increíble.

    Hace mucho tiempo, en realidad no sé cuánto, vivía en un pueblecito un buen hombre, amable, caritativo y amigo y bienhechor de todos, al que sus vecinos consideraban la imagen de la bondad terrenal. El hombre, ya entrado en años pero en pleno uso de razón, ejercía la caridad como arma suprema contra la pobreza y no hubo vecino que no participara de ella.
    Enfermó nuestro bienhechor y poco a poco se fue apagando ante la tristeza de sus convecinos que se sentían impotentes ante la inminente muerte del mecenas. Como era de esperar, esta ocurrió en la madrugada del día uno de noviembre. Tal coincidencia no pasó desapercibida para el pueblo, que con ciertos tintes de religiosidad, se comentaba la muerte del santo varón y la oportunidad de la fecha.
    El velatorio, fue instalado en la habitación del difunto, el cual fue amortajado y acostado en su lecho. Como luz, dejaron encendidas unas lamparillas de aceite que acentuaban la palidez del muerto y daban un cierto tinte macabro y al mismo tiempo místico al cuadro, que se intensificaba con el monótono y acompasado tic, tac del reloj de pared del comedor.
    De pronto, y sin saber de dónde, un sonido armonioso sonó suavemente en la estancia. Era como una música de ultratumba que al cadáver acompañaba. Una especie de "Miserere" sin estridencias que ponía el bello de punta al que lo escuchaba. Se estremeció el velatorio. Unos a otros se preguntaban, se interrogaban con la mirada porque nadie era capaz de hablar, si la música que oían era realidad o soñaban; mientras la melodía proseguía y se esparcía por toda la estancia. Un poco asustado el cura, llamó a la gente a la calma, pero nadie comprendía por qué esa música sonaba. La familia del difunto también se sintió alarmada y asustada y entre rezos y oraciones pedían a Dios por su alma.
    No muy lejos del pueblo, en un árido y solitario paraje, vivía un viejo santero que se decía conocedor del "Más Allá". Aún y en contra de la opinión del cura, la familia decidió llamarlo para ver si él tenía alguna explicación sobre la misteriosa música.
    Cuando llegó el santero, enseguida oyó la música que parecía rodear al muerto. Entró en la habitación y pidió que lo dejaran solo con el difunto. La familia. muy asustada y presa de pánico ante lo que ocurría, accedió a la petición del viejo santero y este quedó a solas con el cadáver.
    A través de la puerta, se oían extrañas palabras en voz muy baja, casi en un susurro, como si el anciano hablara dulcemente, como una plegaria con el muerto y con la muerte. De pronto, se abrió la puerta y apareció el santero. En su cara reflejaba una extraña felicidad y una paz a todas luces visible. La música había cesado y en la habitación del difunto sólo se respiraba alegría.
    Extrañados la familia y sobre todo el cura, preguntaron al buen hombre por lo sucedido, y este con toda tranquilidad y una enigmática sonrisa explicó el origen de la misteriosa melodía. La muerte, que siempre está detrás de nosotros, ante la llegada a sus dominios del santo hombre, precedido de su vida ejemplar que debía presentar ante el Sumo Hacedor, decidió como merecido homenaje al difunto, fabricarse una lira con su negra guadaña y recibirlo con su música de ultratumba pero al mismo tiempo celestial.
    La increíble explicación del misterio dada por el santero, recorrió como un reguero de pólvora toda la comarca, ensalzando la vida ejemplar del antes convecino y la música milagrosa que lo acompañó en su muerte. Nadie volvió a interrogar al viejo santero sobre la increíble melodía y el pueblo dio por buena la explicación con la que se cerró el misterio. Y para que el caso fuera más enigmático aún, el santero murió al poco tiempo en circunstancias algo extrañas y se llevó con él el secreto a la tumba.
    Desde entonces, todo el pueblo en bloque, acude a los velatorios esperando escuchar de nuevo la música de ultratumba y que según el santero. sólo podían oír los elegidos.
    La realidad y la ficción se interaccionan en las creencias populares, en las que el mito forma parte de lo íntimo de cada uno. El mito, tiene su fundamento en el rumor popular, en el fervor, no exento de cierta religiosidad y que se transmite de boca en boca. La muerte, es consecuencia de la vida y puede que ella reaccione en el "Más Allá" de forma incomprensible para nosotros.
    ¿Mito o realidad? ¿"Ser o no ser"? Esta es la gran pregunta que en la vida, que es real, nos haremos continuamente.

                                                                                                           A.R.M.
                                                                                               



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